Dolores Cacuango,

Dolores Cacuango nació en 1881, en un latifundio cerca de Cayambe. Sus padres trabajaban en haciendas sin un sueldo, a cambio de un pequeño pedazo de tierra conocido como huasipungo. En este ambiente creció Dolores, sin recursos y sin ir a la escuela, lo que sin duda resultó una gran motivación para el futuro: mejorar el acceso a la educación de la comunidad indígena.
A los 15 años se escapó a Quito antes de que la obligaran a casarse y allí encontró trabajo como empleada doméstica en la casa de un militar. En aquella amplia biblioteca, y de manera autodidacta, aprendió a escribir y a leer en español, al tiempo que iba aumentando su espíritu crítico y su conciencia sobre la situación de los pueblos indígenas y campesinos. Aquella experiencia la hizo regresar a su ciudad natal con el claro propósito de luchar por los derechos de la clase trabajadora.
Su primera vivencia política, y a buen seguro que una gran influencia que marcó su vida, fue cuando un indígena de su comunidad de Cayambe, Juan Albamocho, descubrió que había leyes que amparaban a la población indígena. Albamocho se disfrazaba de mendigo y pedía limosna en la capital a la puerta de los despachos de los abogados mientras escuchaba lo que conversaban. Una tarde regresó a su comunidad en Cayambe y exclamó a gritos lo que había escuchado, que había leyes para los indios. Desde ese momento la población indígena quiso conocerlas para defenderse de los abusos y discriminaciones que sufrían.
En 1926 la población de Cayambe se opuso a la venta de sus tierras comunitarias a un terrateniente, lo que dio lugar a los futuros movimientos indígenas. Dolores empezó a jugar un papel clave en la protesta y se hizo conocida por sus discursos, tan agresivos como directos, y pronunciados tanto en quechua como en español, haciendo siempre un llamamiento a la posibilidad de recibir una educación en la lengua materna y abogando por el respeto a las mujeres y a su trabajo.

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