MIENTRAS ELLAS LLORAN SUS MUERTES, EL MUNDO LAS SEÑALA.
MIENTRAS ELLAS LLORAN SUS MUERTES, EL MUNDO LAS SEÑALA.
¿Cuántas veces hemos escuchado el dicho?... Para la madre no existe hijo
malo.
Para una mujer que llega a ser madre, al
concebir un hijo, no lo hace con el pensamiento de que ese hijo se
vuelva malo y que sea un peso para la sociedad, ella lo lleva por casi nueve
meses en su vientre, algunas veces se enfrenta sola a un mundo que desde que
decide tener ese hijo, lo marco como algo impropio, solo por el hecho de que se
acostó con un hombre, que solo busco su cuerpo con el fin de satisfacer su ego
o su hambre de sexo para luego dejar abandonada, ese mundo que se convierte en
su propio enemigo, aun siendo parte de ese mundo su propia familia, esa madre
que batalla sola al caminar por las calles de una sociedad egocéntrica y
absurda, que pide a gritos no al aborto, pero que castiga por el resto de sus
días a una madre soltera, juzgándola e imponiéndole
un castigo de marcar en su frente la señal del pecado.
Para esa mujer, que se toma en serio la crianza de sus hijos, y que
muchas veces hace de padre y madre, aun teniendo conyugue que no cumple su
labor de padre, y sale en busca del sustento diario, tiene que pasar horas
fuera del hogar, con el fin de traer dinero y cubrir esas necesidades tan
básicas como lo es educación, salud, alimentación, vestimenta, entre otras,
deja algunas veces a sus hijos al cuidado de la vecina o de alguno de sus hijos
ya un poquito mayor, que oscila entre 9 a 10 años de edad, y que llega cansada
a su hogar ya casi al oscurecer, esa mujer que ha dado todo como madre, no
logra entender como su hijo termina buscando calle y convirtiéndose en un
delincuente, que más tarde va a parar a un centro reclusorio, de los que ya no
tienen abasto para uno más, ella con lágrimas en los ojos pide a los
uniformados que no se lo lleven preso, que ella lo va hacer cambiar, y que
algunas veces hasta se arrodilla ante aquel hijo que no entiende por qué su
madre le ruega tanto, no lo entiende porque esta sumergido en el mundo de las
drogas de ese mundo que muy pocos escapan a fuerza de voluntad.
Esa madre no acaba nunca de entender por qué en vez de pasar con sus
otros hijos reunida amenamente, debe ir cada fin de semana a visitar a su hijo
que está encerrado en una prisión, lleva consigo algo de dinero para pagar
adentro y que se lo protejan y no se lo dañen o terminen asesinando, es poco lo
que gana, pero ella vive feliz soñando
que su hijo pronto saldrá de esa prisión y volverá a tener lo en sus brazos, anhelando
su hijo cambie y no vuelva a delinquir,
ella se encuentra trabajando de cocinera, lavandera, niñera, lo ha hecho por
años, desde niña, ya sus fuerzas están casi por acabarse, se entera por el
noticiero que en ese momento existe una revuelta en la prisión que esta su
hijo, solicita permiso, aun a riesgo que la despidan y sale en precipitada
carrera a buscar estar más cerca de su hijo, aunque sabe que los separa una
distancia muy grande y sus muros de aquella prisión, pero ella quiere estar
allí, al llegar se entera que la
revuelta ha sido en el pabellón donde está su hijo, se arrodilla pidiendo al
cielo que su hijo sea protegido no tiene a quien más acudir, y observa
militares, policías, ingresar, detonaciones van y vienen, a lo lejos ella
escucha, solo toca esperar ,sigue orando a aquel que la puede escuchar , y
entre palabras cortas dice, llévame a mi señor, pero no a mi hijo. Pues esta vez, sus plegarias no llegaron hasta el cielo y un
uniformado grita a viva voz un nombre, es su hijo, ha muerto a causa de que sus
compañeros de celda acabaron con él, para enviar un mensaje a las mafias o a
quienes están fuera de la prisión.
Aquella madre no le queda ya más fuerzas, sus lágrimas se secaron de
tanto dolor, otra vez el mundo la vuelve a señalar, sin ninguna piedad, solo
creen que ella es culpable, de lo que ni la sociedad le dio la mano, para rehabilitar
a su vástago.
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